Bienvenida a Lausanne…
Lo supe al día siguiente de tu mudanza cuando por tonta me lo dijiste (se supone que no debía enterarme), y me lo confirmaron días después dos personas cercanas a ti.
Te fuiste como ladrona en la noche, huyendo llevándote probablemente mis cosas y dejando nuestra casa en manos de quién diablos quizás (¿). Pero sobretodo, llevándote lo más preciado que tengo: mis hijas. Acostumbrada, como siempre a quedarte con las cosas de los demás. A propósito, hace más de dos meses que no cumples con darme a las niñas las semanas que me toca tenerlas de acuerdo al dictamen de la Juez. A ti te dá igual ya que estás acostumbrada a vivir al margen de la Ley. Ni siquiera sientes compasión por tus hijas que necesitan verme.
Lausanne, nunca lo hubiera querido como ciudad para criar a mis hijas pues es una ciudad pequeñísima, triste y deprimente. Lo sé, pues viví allí cerca de dos años, antes de casarme con Sabine. En ese momento habitaba en la sexta cuadra de la Av. d’ Echallens, con mi pareja de entonces, Christine, una chica suiza con la que tuve un hijo que seguramente cruzarás un día por la plaza St. François por donde estudia o en el MAD a donde acude casi todos los sábados. Miguel llegó a conocerlo…
Te vas huyendo de Ginebra. Huyendo del dedo acusador de todas las personas que te conocen y saben la perrada que nos has hecho a mí y a nuestras hijas. Si, porque para nuestros amigos y conocidos has quedado en evidencia como una mujer perversa y madre sin escrúpulos a quienes engañaste con tu pose de “mosquita muerta”; la última en darse cuenta: doña Zoila. Nuestros amigos y conocidos siempre dicen de ti: “qué se podía esperar de una mujer sin educación ni cultura” y entonces siento vergüenza por ti. Es de todo esto que huyes, pues sabes que en esta ciudad de por sí pequeña todos se enteran tarde o temprano. Es mejor que huyas, que te vayas lejos sin decir a nadie dónde estás. Qué diferencia: cuando yo me fui a Perú me fui con la frente muy alta y en una carta te dejé mi teléfono y mi dirección (y tú llegaste a mentir a la juez diciendo que yo me había largado sin dejar rastro y que tú no sabías donde estaba yo…sin saber que esa misma carta se lo había mandado en copia a la Juez. Otra vergüenza).
En vista que has decidido criar a nuestras hijas tú sola, tendrás que asumirlo como se debe.
Te hago responsable de lo que ocurra de hoy en adelante con mis hijas, de sus bienestar físico e intelectual, de su desarrollo psicomotriz y de su rendimiento educativo. Te hago responsable de su estado psicológico y espiritual. Espero que esto lo asumas con responsabilidad. Yo estaré vigilante para que esto ocurra y no continúes maltratando a nuestras hijas como siempre has hecho.
Por otro lado, ahora sí podrás económicamente “salir sola” como prometiste. Aunque no sé a qué llamas “salir sola”. Tal vez al hecho que tengas que arrimarte “solita” siempre a algún hombre que te mantenga y que tontamente confíe en ti para procurarte seguridad y comodidad, como hiciste conmigo.
Mientras tanto tengo que decir a nuestros amigos y conocidos (con tu madrina incluida) que has culminado con alejarnos lo más posible a mis hijas y a mí, sin el menor remordimiento ni misericordia, y ellos dirán como siempre “qué se podía esperar de una mujer sin educación ni cultura”, y quedará una vez más en evidencia tu forma miserable de actuar pero sobretodo tu falta de INSTINTO MATERNAL que nunca tuviste y que te falta para saber lo que necesitan y extrañarán nuestras hijas allá en tu escondite…
Algún día cuando madures como madre seguro que te arrepentirás de todo lo que nos estás haciendo a mí y a nuestras hijas.
Bienvenida a Lausanne (siento a esta ciudad casi como mi segunda ciudad)

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